Monasterio de piedra

El parque natural del Monasterio de Piedra aúna en un solo lugar un auténtico espectáculo de la naturaleza rodeando un cenobio cisterciense.

datos prácticos

 

Información: (+34) 976 870 700

Reservas hotel: (+34) 976 870 701

C/ Afueras, s/n

50210 Nuévalos (Zaragoza)

www.monasteriopiedra.com

acliente@monasteriopiedra.com

hotel@monasteriopiedra.com

Monasterio de Piedra

El Monasterio de Piedra, capricho natural y monumental ubicado en un paraje idílico, atesora un conjunto de cascadas, cuevas y masa vegetal que rivaliza en belleza con el cenobio que levantaran los monjes del Císter allá por el siglo XII. Hasta el Monasterio se acercan anualmente entre 350.000 a 400.000 visitantes ávidos por recorrer las centelleantes cascadas y por salpicarse la vista con este espectáculo sobrecogedor. Es uno de los mayores reclamos turísticos de Aragón, especialmente por el entorno y las numerosas cascadas del río Piedra a su paso por el recinto. Cascadas como la “Cola de Caballo” o espacios como la gruta Iris han hecho de este espacio un paisaje inigualable.

Historia

El monasterio fue fundado en el siglo XII por monjes cistercienses y, poco a poco, fue completando su estructura dejando un importante legado arquitectónico de las diferentes épocas artísticas. Como curiosidad, cabe señalar que está documentada la fabricación del primer chocolate de la península Ibérica en este edificio, gracias al cacao que los monjes importaban de “las Indias”.

Junto al magnífico parque natural que forman las cascadas del río Piedra se elevan los restos, bien conservados, del antiguo monasterio que durante más de seiscientos años dio vida a este lugar. Es un gran conjunto presidido por la iglesia, el claustro y las dependencias monacales que lo rodeaban. Fue fundado en 1194 por iniciativa de Alfonso II de Aragón y su mujer, la reina Sancha, con monjes llegados de Poblet y formó un gran señorío eclesiástico hasta su abandono en 1835, a causa de la Desamortización.

Del enclave defensivo existente en el lugar con anterioridad al monasterio, el viejo “castrum Petrae”, quedan lienzos del recinto amurallado y una torre del homenaje que aún conserva su matacán. Ya en el conjunto monástico, que sigue escrupulosamente las pautas marcadas por el Císter, accederemos al precioso claustro, con sus galerías de arcos apuntados decorados con relieves. A él se asoman la sala capitular, con su triple portada esculpida, el refectorio y calefactorio, la cocina, las bodegas y cilleros y, finalmente, en la panda norte, la iglesia. A diferencia del resto de las dependencias, esta última se encuentra en ruinas; son, sin embargo, ruinas consolidadas de estampa romántica que dejan ver aún el esplendor de lo que fue este grandioso espacio en el siglo XIII: un gran templo de tres naves y tres ábsides, de austera decoración pero impecable pureza de líneas constructivas, grandes ventanales y rosetones calados, robustos pilares que un día soportaron las bóvedas de arista. También se conserva la portada principal, en arco de medio punto con arquivoltas, y una capilla barroca en un extremo del crucero, cubierta de decoración en relieve y la cripta.

El antiguo palacio abacial, rehecho en el siglo XVII, está hoy convertido en hospedería y conserva, además de su característica fachada con dos niveles de columnas, una escalera monumental abovedada, con dos ramales.

El parque

El recorrido por el parque está trazado de tal modo que el visitante se adentre en un paisaje exuberante, plagado de vegetación, frescor y naturaleza. A ,lo largo del paseo se van recorriendo los macizos calcáreos modelados por el agua, que ha abierto en ellos oquedades tan espectaculares como la Gruta Iris, situada detrás de la cascada denominada Cola de Caballo, de más de 50 metros de altura. Los parajes más famosos son, además de estos, el Lago del Espejo, la Cascada Trinidad, el Baño de Diana, el Vergel, Los Chorreaderos y la Cascada Caprichosa. Pero cada visitante tiene su rincón preferido: hay muchos donde elegir en un recorrido delicioso que dura más de dos horas.

Actividades

El recinto permite numerosas actividades además de la propia visita al parque o a los restos monumentales. En el interior existe un museo dedicado al vino de la D.O. Calatayud. Se ubica en las bodegas del cenobio y resulta muy interesante la visita.

Al visitar la antigua cocina no hay que olvidar un dato curioso: fue aquí donde por primera vez se hizo chocolate, en las primeras décadas del siglo XVI, tal como lo conocemos hoy, con azúcar, y no como bebida amarga a base de cacao, que fue su fórmula original americana.

El parque tiene en su interior una piscifactoría en la que se cría trucha autóctona y cangrejo y que contribuye a la repoblación de los ríos aragoneses.

Como complemento a la visita, se realiza una exhibición de vuelo de aves rapaces, en la que un cetrero experto cuenta todas las curiosidades de estas aves y su importante contribución a la conservación del medioambiente.