ATECA
Justo donde confluyen en el Jalón los ríos Manubles y Piedra, Ateca se asienta en un cerro defensivo que vigila las fértiles tierras que le han dado vida desde antiguo.
datos prácticos
Ayuntamiento: Plaza de España, 5
Tel: 976 842 005
Email: administración@aytoateca.es
Web: www.aytoateca.es
Gentilicio: atecano/a
Fiestas: San Blas. fiestas patronales (3 de febrero). Virgen de la Peana. fiestas patronales (8 de septiembre). Romería de la Ascensión del Señor. Romería de San Gregorio (principio de mayo). San Lorenzo (principio de agosto).
Distancia a la capital
Altitud
ATECA
El nombre de Ateca podría encontrar sus raíces en la celtíbera y romana Attacum o en la islámica Atiqa, como así parecen demostrarlo los diversos vestigios arqueológicos hallados en su término municipal, cuya cronología abarca desde el neolítico hasta nuestros días.
La villa guarda la huella de todas las culturas que se han asentado en su solar a lo largo de la historia, pero su estampa característica es la de un asentamiento musulmán, con el recinto defensivo situado en la parte más alta del espolón rocoso, que centra su urbanismo, y una red de callejuelas que serpentean formando la antigua medina en la que destacan sus característicos adarves.
Su casco antiguo también conserva indicios de la muralla medieval, manteniéndose en pie tres de las cuatro puertas que le daban acceso. Presiden el conjunto las torres mudéjares de Santa María (s. XIII) y del Reloj (s. XVI), que aportan su característico aspecto.
Pero en Ateca hay más edificios destacables que se descubrirán, si se pasea por su casco urbano, lo que recomendamos vivamente porque conserva todo su sabor.
Encontraremos la casa de los Cejador (en la calle del Arial Alto), barroco; la plaza de toros, octogonal, datada en 1864, por lo que es una de las más antiguas de Aragón; la iglesia de San Francisco en el barrio de San Martín, que es el resto más visible de un antiguo convento de capuchinos que tuvo la población y que conserva un interesante retablo del siglo XVII dedicado a la Inmaculada Concepción; un antiguo mesón del siglo XVIII; el llamado Hospital de Jesús, también del siglo XVIII y varias ermitas como las de San Blas, la Ascensión, Santiago o San Lorenzo.
En la segunda mitad del siglo XIX Ateca alcanzó su máximo desarrollo industrial gracias a la mejora de las comunicaciones (ferrocarril y carretera). Hoy por hoy la principal actividad industrial es la elaboración de chocolate, a lo cual se dedican dos fábricas: Chocolates Valor (la antigua Chocolates Hueso (1862) que fabrica los “Huesitos”) y Chocolates Atienza (1958), empresa cuyos productos artesanales, sobre todo los consumidos en Navidad, son muy reconocidos.
Además, la agricultura sigue desempeñando un papel importante, ya que la vega del Jalón es una de las principales zonas frutícolas de la península. Hay que destacar la producción de judías blancas (la famosa riñonera de Ateca), manzanas, cerezas de excelente calidad y almendras, además de la uva, motivo por el cual Bodegas Ateca elabora vinos dentro de la D.O. Calatayud, fundamentalmente obtenidos de la variedad garnacha propia de la zona, de prestigio internacional y muy reconocida por el enólogo Robert Parker.
Recientemente la empresa SEAT ha comenzado a fabricar un modelo de automóvil denominado Ateca que hace que el nombre de la localidad se promocione en todo el mundo.
Torre de Santa maría
La torre de Santa María es de una composición singular y está catalogada como una de las obras mudéjares más antiguas y bellas de Aragón (siglo XIII); sin embargo, hay especialistas que defienden que su cuerpo bajo pudiera ser el alminar de la mezquita que aquí hubo y que en el siglo XIV sería sustituida por la actual parroquia.
Fue construida para ser vista por sus cuatro lados, pues todos ellos llevan decoración (cenefas de ladrillo resaltado formando motivos variados, algunos de origen antiquísimo; y piezas de cerámica vidriada en fustes de columnas y ataifores en colores verde y melado).
Su planta tiene forma trapezoidal irregular, aunque el terreno no la condiciona, siendo singular su escalera interior pues algunos de sus tramos presentan sistemas constructivos en sus bóvedas únicos en España. El cuerpo superior de la torre es barroco, del siglo XVIII, cuya obra fue ejecutada por los maestros Cristóbal Heraso y Juan Francisco Pérez.
Iglesia de Santa maría
Al igual que su torre, la iglesia destaca también por su decoración mudéjar, tanto en el exterior del ábside poligonal, datado en el siglo XIV y que se corresponde con la primitiva factura del templo gótico, como en el interior. Consta de una sola nave cubierta de bóveda de crucería simple con capillas entre los contrafuertes. En la primera mitad del siglo XVI se decidió ampliar la iglesia levantando un nuevo tramo en los pies de la nave, cubierto con bóveda de crucería estrellada, donde se ubicó el coro.
A la nave central se abren diversas capillas que albergan retablos datados entre los siglos XVI al XVIII, algunos de ellos fruto del mecenazgo de familias ilustres de la localidad, como es el caso del retablo de la Anunciación, ubicado en la capilla de los Ciria. Junto a ella se encuentra la capilla de la Soledad, en la que en Semana Santa se ubica el espectacular monumento, un bello ejemplo de la llamada “arquitectura efímera” datable en el siglo XVIII, o quizá ya en el XIX..
En el lado de la Epístola, la espectacular portada de la capilla de la Virgen de la Peana nos conduce a un fastuoso interior barroco, parcialmente oculto por un baldaquino realizado a principios del siglo XX que sirve de camarín de la imagen de la Virgen, una delicada talla del siglo XVI. En los laterales encontramos dos lienzos con escenas de la procesión de la Virgen del siglo XIX.
El retablo mayor está realizado a mediados del siglo XVII y se dedica a la Asunción de Nuestra Señora. Un bello y armónico conjunto de talla y pintura realizado entre los años 1657 y 1661. La delicada ejecución de este retablo, coordinada por Martín del Almunia, se pone de manifiesto en la policromía y estofado de sus tallas, algunas de las cuales poseenincrustaciones de cristal en los ojos, algo inusual en la imaginería de nuestra comarca.
Además, como piezas de gran interés encontramos el terno de San Blas y el delantealtar que con él hace juego, obras del siglo XVI, realizada la primera por Domingo García, un magnífico bordador profesional que trabajó en Ateca durante esos años centrales de la centuria, y la segunda por el taller del maestro.
Presidiendo el coro encontramos un Cristo crucificado, magistral imagen datable a finales del siglo XIII. En un lateral del mismo se ubica el órgano, una magnifica pieza realizada en Cuenca en 1802, acorde estilísticamente con los gustos decorativos empleados durante el reinado de Carlos IV.
La sacristía alberga una serie de vitrinas en las que se muestran piezas de orfebrería y útiles de culto de diversas épocas y estilos, entre las que destacan varias custodias y relicarios además de la magnífica cruz procesional de plata, obra de Onofre Lobera de 1766.
Restos del recinto fortificado
Muy próximo a la iglesia, en el mismo espolón que domina la población desde lo alto se encuentra el antiguo fuerte, hoy rehabilitado como hospedería. De probable origen musulmán (siglo X), es un bastión de grandes dimensiones y lo que hoy se conserva es una construcción carlista del siglo XIX.
Este castillo fue uno de los más importantes de la zona en época medieval, pues controlaba el paso hacia la vecina Castilla. Pasó definitivamente a manos cristianas ya en el siglo XII, cuando la villa fue conquistada en el año 1120 por Alfonso I. Este castillo desempeñó un importante papel en la Guerra de los Dos Pedros, a mediados del siglo XIV, y llegó a ser ocupado por las tropas castellanas. La parte más llamativa es la torre-puerta enmarcada por alfiz que conserva sobre ella el matacán que la protegía.
En uno de los extremos del fuerte carlista, sobre los basamentos de una torre medieval que se asienta sobre las peñuelas, se alza la torre del Reloj, construida en el año 1560 para ubicar la maquinaria realizada por Pedro Malvalet en 1475. La nueva obra civil pudo llevarse a cabo gracias a la labor conjunta de dos constructores de origen vizcaíno, como eran Joan Pérez y maese Domingo, y un alarife de origen islámico como fue Gabriel Meçot. El cuerpo central de la torre alberga dos pisos decorados con trabajos de tradición mudéjar y en el inferior se ubica el reloj elaborado por Francisco Echecoin en el año 1854.
De la antigua ciudad fortificada se conservan aún tres de sus cuatro puertas: la de Ariza, que abría el camino hacia Madrid; la del Arial o Arco de San Miguel, que nos marcaba la dirección hacia la ribera del Manubles y la de Zaragoza, que nos indicaba la salida hacia Calatayud y la capital aragonesa. En el siglo XIX desapareció la puerta de Carralmazán, punto de partida del camino a Soria.
Ateca y el Cid
Alcocer ha sido, durante siglos, uno de los enclaves mencionados en el Cantar del Mio Cid que más controversias ha suscitado como consecuencia de la imposibilidad de encontrar un espacio asociado a dicho topónimo. Los hallazgos arqueológicos descubiertos en sucesivas campañas de excavación han terminado por confirmar lo relatado en los propios versos del Poema en los que, tras pasar por Ariza, Cetina, Bubierca y Ateca, el Cid plantó su campamento en un otero “redondo, fuerte y grande”, quizá en el lugar conocido como Torrecid, frente a la actual Mora Encantada, donde se han hallado los vestigios del enigmático lugar de Alcocer.
Este paraje se halla situado en la margen izquierda del río Jalón, muy cerca de la antigua carretera Nacional II, entre Ateca y Terrer, donde lo ubica el propio Cantar. El yacimiento arqueológico, al que denominaremos Alcocer, ocupa la cima de un pequeño cerro que domina la vega del río Jalón, siendo fácilmente identificable por el prominente farallón arcilloso que lo remata. Las diferentes campañas de excavación realizadas han permitido encontrar estructuras habitacionales en las que se han hallado diferentes piezas de uso común (ataifores, tazas, jarros, redomas, candiles, cazuelas, ollas, tapaderas y tinajas) así como vajilla de lujo como la loza dorada, todo ello datable en el siglo XI, coincidente con la existencia del Cid.