comarca COMUNIDAD DE CALATAYUD
Las aguas embarradas del Jalón surtieron de materia prima a los alarifes que levantaron, ladrillo a ladrillo, la mejor colección de iglesias mudéjares del mundo. Este arte humilde –elaborado a partir del barro- dejó una huella imborrable en cada una de las riberas que conforman esta extensa comarca. Antes ya habían hollado sus tierras civilizaciones y culturas que marcaron el devenir de una comarca compleja pero con una rica historia y un prometedor futuro.
Donde el barro se hizo arte
El más humilde de los materiales, el barro con el que se hicieron adobas y ladrillos, sirvió para edificar magníficos monumentos, casas humildes y para contener los maravillosos productos que ya glosara Marcial.
La espina dorsal de la comarca de la Comunidad de Calatayud está surcada por el río Jalón. Hasta su cauce llegan –como un auténtico sistema nervioso- otras corrientes desde las sierras. Por las aguas de esas riberas, disuelto en tumultos de turbias espumas, se va depositando el barro que ha servido para levantar las moradas de hombres y dioses. Barro convertido en ladrillos que, trazando figuras geométricas, juegan con el sol para tallar mil texturas en iglesias y alminares. Barro en forma de humildes adobas que sirvió para construir frescas casas donde cobijarse del sol. Barro transformado en vasijas para contener los mejores productos de la tierra: el vino que ya loara el romano-bilbilitano Marcial; el dorado aceite salido de los olivos que orlan laderas y montes; el agua fresca de las fuentes que atraviesa las entrañas de las sierras.
Y es que si algo tiene que ofrecer esta comarca es una variedad monumental y paisajística impresionante. Sesenta y siete municipios esparcidos por algo más de 2.500 kilómetros cuadrados de montes, llanuras, mesetas y riberas. Casi cuarenta mil habitantes la mitad de los cuales se concentran en la capital bilbilitana. Capital que llegó a serlo de la cuarta provincia aragonesa entre 1821/23. En aquella lejana época la ciudad de Calatayud ejercía su influencia a una amplia región que abarcaba parte de las actuales provincias de Teruel, Guadalajara y Soria. Esa influencia se mantuvo hasta hace pocos años cuando la mejora de las comunicaciones con las ciudades más grandes y la desaparición de líneas de ferrocarril como la Santander-Mediterráneo y la Ariza-Valladolid restó importancia estratégica y comercial a esta histórica ciudad. La llegada del tren de alta velocidad y el impulso tomado desde las instituciones están despertando a Calatayud de su letargo.
La ciudad de las torres
Calatayud, la ciudad bimilenaria, posee atractivos en cada rincón de su casco urbano y en las cercanías del mismo.
Desde las ruinas arqueológicas de la ciudad romana de Bílbilis -en pleno proceso de excavación para desentrañar los secretos que guarda- hasta el ingente listado de iglesias, palacios, castillos y demás monumentos, Calatayud se descubre como un destino turístico de primer orden. Entre sus atractivos cabe citar su conjunto fortificado islámico, antiquísima fortaleza con restos de cinco castillos y kilómetros de murallas de tapial que se confunden con el yeso de los montes donde se ubica. Los templos bilbilitanos: la colegiata de Santa María, con su imponente torre mudéjar; la iglesia de San Andrés; la iglesia de San Pedro de los Francos; la colegiata del Santo Sepulcro; la iglesia de La Peña; o la de San Juan el Real, con sus pinturas de Goya, son magníficos ejemplos de la arquitectura que los siglos han dejado en la ciudad. El patrimonio de la capital comarcal se completa con diversos edificios civiles de indudable valor.
Los dominios del agua
Fuera de la capital, el agua domina y da personalidad a la Comunidad de Calatayud.
El líquido elemento, surgido de las entrañas de la tierra o en su descenso vertiginoso desde las sierras, ha forjado esta comarca en fuentes, ríos y cascadas. Miles de personas se acercan cada año a algunos lugares de la Comunidad de Calatayud en busca de los caprichosos designios del agua. Uno de los lugares más visitados es el Monasterio de Piedra, capricho natural y monumental ubicado en un paraje idílico. No lejos del Monasterio de Piedra, el agua atrae a otros muchos visitantes que buscan en ella el aliado contra sus problemas de salud, de estrés y cansancio. Los balnearios de la Comunidad de Calatayud representan una riqueza ya conocida desde tiempos pretéritos. Tres localidades mantienen estaciones termales: Jaraba, Alhama de Aragón y Paracuellos de Jiloca.
Atractivos diversos
Una comarca que reúne en su territorio atractivos de lo más diverso, fortalezas fronterizas, conjuntos urbanos de gran tipismo, una naturaleza desbordante y algunas fiestas ancestrales.
El carácter fronterizo de la Comunidad de Calatayud y su estratégica ubicación como lugar de paso ha dejado por sus valles y cañadas un reguero de castillos y fortalezas de diferentes épocas y estilos. Desde la austera belleza de las fortificaciones islámicas de Calatayud, Maluenda o Villafeliche, confundidas con los yesos grisáceos de los montes donde se asientan, hasta la grandiosidad medieval de castillos como el de Godojos, Cetina, Alhama, Monreal, o Villarroya.
Algunas localidades, por su tipismo, merecen por sí solas una visita pausada buscando una vista panorámica desde cualquier recodo del camino. Entre otras, se puede citar la fisonomía mudéjar de Moros, Ateca o Paracuellos de la Ribera; la belleza escondida de lugares como Berdejo, Bijuesca o Torrijo; la altivez de pueblos como Sabiñán o Villarroya; y la lejanía de sitios como Orera, Sisamón, Torrelapaja, o Bordalba. La Comunidad de Calatayud cuenta asimismo con otro tipo de monumentos menos habituales pero llenos de encanto como el molino de viento de Malanquilla, los molinos de pólvora de Villafeliche, el museo etnológico de Codos, o las bodegas medievales de Maluenda o Paracuellos de Jiloca.
La comarca de Calatayud conserva algunas fiestas de gran tradición que hunden sus raíces en tiempos pretéritos. Quizá la más famosa sea la Contradanza de Cetina, una serie de bailes acrobáticos realizados a la luz de las antorchas la noche del 19 de mayo, San Juan Lorenzo, en esta localidad del Alto Jalón. Tampoco hay que olvidar festejos como La Máscara de Ateca, que el día de San Blas (3 de febrero) recorre las calles de la localidad bendiciendo al vecindario con su cobertera antes de enfrentarse a una lluvia de manzanas lanzadas por la chiquillería. Otras celebraciones cargadas de colorido son las procesiones de San Pascual Bailón en Calatayud (17 de mayo) en las que se baila la peana del santo al son de dulzainas y tambor; o las procesiones de Semana Santa como la del Santo Entierro de Calatayud, con auto sacramental incluido en el que participan los personajes del antiguo testamento.
La naturaleza de este amplio territorio rivaliza con la monumentalidad de sus pueblos y ciudades. Junto a la belleza de los bosques de ribera, que adornan el paso de los ríos con choperas y alamedas, se puede disfrutar de paisajes únicos como los desiertos y estepas yesíferas de Armantes o Valdehurón. En tan pobres suelos se desarrolla una vegetación única que explota en mil colores cuando las escasas lluvias de la primavera la saca de su letargo. En las sierras a más de mil metros de altitud, se desarrollan bosques de carrasca, de enebro o de pino que tejen tupidas masas arbóreas bajo las que se desarrolla la vida. Todo un abanico de paisajes que conforman un variado muestrario con el que disfrutar.